4 cebollas
4 ajos
2 papas hervidas
1 coliflor
1 pimiento verde
Curd
Semillas de comino
Polvo de garbanzo
Fenogreco
Sal y pimienta
Garam Masala
Cúrcuma
Receta de curry de papa
Nosotros viajamos lento, y lo hacemos leyendo. No hay nada que nos guste más que visitar lugares donde grandes viajeros estuvieron. Nada de guías de viajes, esas no tienen alma. Te recomiendan ir a tal o cual lugar, dónde comer, dónde dormir. No dicen nada interesante. En cambio viajar con un libro te abre una puerta al pasado, y es un compañero más del viaje. Hubo viajeros extraordinarios y muchos viajan con nosotros. Visitar un mercado del cuál leíste su descripción, sentir los mismo olores o distintos puede ser más interesante que buscar el lugar que recomienda una guía. Si bien el libro acompaña en silencio, lo hace lleno de palabras que tienen la capacidad de transportarte.
Así llegamos a Xi’an. Llenos de literatura. Sabíamos de la ciudad, de la influencia de los musulmanes, la ruta de la seda y sobre sus famosos y recientes guerreros de terracota. Pero el destino nos iba a jugar otra carta.
Nos quedamos en la casa de Iván, un argentino que conocimos viajando por Leh, India, allá por el año 2013. Profesor de inglés que vivió en Tailandia y ahora en China. Hay veces que nos incomoda quedarnos en los hogares de otras personas, pero otras veces lo disfrutamos mucho. Cada casa es un mundo aparte y es un gran modo de interiorizarse con las culturas. Me encanta ver las casas de los chinos por dentro, y en este caso, de un extranjero viviendo en China.
Lo primero que noté y me enamoró fue la cocina. Debo admitirlo. Viajando una de las cosas que más extraño es cocinar. Pero no me atrajo su tamaño ni su decoración, sino sus condimentos. Más de una vez le dije a L. que debíamos haber comprado en India y Tailandia todo tipo de especias y llevarlas con nosotros. Y cuando tenemos una cocina a disposición (ya sea en un hostel o en cualquier lado) podemos usarlos libremente. Porque por lo general, los hostels no tienen más que sal y pimienta (con suerte).
De día paseamos por la pintoresca ciudad. Xi’an es moderna, es mucho más verde que Beijing. Las murallas le dan un aire antiguo y se puede caminar o pedalear sobre ellas. El concurrido y turístico mercado musulmán esconde miles de historias y sabores, con sus carnicerías al aire libre y mezquitas.
El ejercito de terracota, descubiertos en 1974, muestra la locura de armar un ejercito en tamaño real, con arqueros, soldados y hasta caballos. Los museos muestran que es una de las ciudades más antiguas. Había mucho para hacer en la ciudad.
Pero de noche cambiábamos. Todos los días pasábamos por el supermercado, comprábamos lo necesario y con una sonrisa volvíamos a la casa a empezar a cocinar.
Las tres noches que íbamos a estar, al final se convirtieron en cinco. Con un desfile de comida y condimentos de todo el mundo. Disfruté, como hace mucho tiempo que no hacía, de tomar una fría cerveza, poner algo de música y empezar a cortar y cocinar vegetales. Currys indios, currys tailandeses, algo de comida argentina y hasta algún guiso de lentejas.
Si luego me preguntaran que me acuerdo de Xi’an, no van a ser sus guerreros de terracota, sino las noches de charla y cocina en un lugar alejado del centro. No siempre los viajes coinciden con lo que las guías dicen que hay para ver.
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